No es que preste especial atención a las conversaciones de los demás, pero la de aquella mujer me hizo darme cuenta de cuanta fortuna y seguridad reinaba en mi vida.
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Eran las 8 de la mañana, invierno, de noche y salía de trabajar, de cuidar a otros…
Su mirada estaba perdida y apenas si podía mantener su pequeño cuerpo. Se sentó en el banco de la parada y mirando fijamente su móvil espero a que sonara la alarma.
Marco con rapidez y se le encendió la mirada cuando escucho la voz que contestaba.
- Cariño, qué tal has pasado la noche? Se ha levantado ya tu hermano?
Te he dejado apuntado en el bote la cantidad de medicina que tienes que darle.
- (…)
- No te preocupes, eso es bueno, pero que salga abrigado al colegio.
- (…)
- Yo llamaré a la señorita, tu haz lo que te digo.
- (…)
- Mi vida…, tienes que cuidar de tu hermano.…
- (…)
- Ten cuidado al calentar la leche (se le desencaja la mirada y se ahoga en su angustia y desesperación), no te quemes y no lleguéis tarde al colegio.
Mama te quiere mucho. Dale un beso a tu hermano y otro muy fuerte para ti, mi amor.
- (…)
- No se que haría sin ti (y sonríe con dolor), bueno luego te llamo que llega el autobús.
Sube y yo la sigo con la mirada, la veo como se sienta y limpia el cristal que está algo empañado. Hace mucho frío.…
A lo mejor vuelve a casa, a lo peor, continúa cuidando a otra persona, a otros niños, que por supuesto, no son los suyos…
Que tristeza…, su maternidad quedó secuestrada por su necesidad…
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