Miro a un lado,
papeles, carpetas con trabajos, botes con lápices, el tablero de dibujo regalo de mis padres, la cámara y la ventana. Sol de tarde.
Miro al otro,
la puedo tocar y sentir su calor cuando entra el sol de mañana.
A unos metros el jardín, los pájaros… el viento…
De frente, el armario, los dibujos de mi hijo enmarcados y la puerta, paso obligado para entrar o salir de mi mundo.
Al fondo, la salita de pensar, con su sillón rojo, sus pósters de cine antiguos y su estantería llena de libros. La salita de leer, de tomar un café, de escuchar música inspiradora, de convertir en un pequeño plató si estamos de apuro.
¿La mesa? grande, como me gusta. Con la tecnología a un lado y los papeles al otro. Ordenada a veces, cuestión de no entrar en barrena si no encuentro algo.
Aquí paso muchas horas, recibo a gente, ocupo días y alguna noche,
lleno de ideas, palabras, pensamientos que en determinados momentos caen como aluviones.
También hay lugar para la sonrisa, la lágrima, las ilusiones propias y ajenas, las confidencias, los cabreos con mayúsculas, las dudas, los planes a futuro… y cómo no, el día a día.
Música, sonidos varios, silencio sepulcral roto por el repiqueteo de un teclado, o un avión de e-mail…
Sola y a veces tan concentrada que me asusto con un movimiento reflejo.
Sola y feliz, si la luz está a pleno rendimiento.
Sola y a disgusto, cuando la presión y los plazos juegan en mi contra.
Suena el teléfono. [ Desconexión ]
Virginia
No lo has podido describir mejor. Me parecía verte en tu espacio.
ResponderEliminarUn beso,
Rocío
Gracias, Rocio. Conozco tan bien este espacio…
EliminarBss
No hay nada como tener acomodado y en armonía el lugar de trabajo de una, sea en casa o sea en el trabajo. Porque proporciona bienestar y con bienestar fluyen mejor las ideas. ¡Ahora entiendo por qué publicas estos posts tan chulos! ;-)
ResponderEliminarDesde luego un buen espacio de trabajo hace mucho. Para mi, lo principal la luz.
EliminarGracias, Chelo.
Bss