8.9.14

Si no le dejas… no aprende



Es sábado en la plaza. Los niños se preparan para una mañana de pequeñas competiciones. Son las fiestas.

Disfruto viendo a los pequeños preparándose para una carrera de sacos. Lo reconozco, me ha emocionado ver que este tipo de juegos no se han perdido.


Primero los mayores, entre 9 y 12 años, y después los pequeños, que habrán visto como se desarrolla la actividad.

Ganadores, perdedores, juego limpio, alguna caída y muchas risas.

Entre los críos… de todo, los del pueblo ataviados con la camiseta de la peña y los forasteros o de veraneo, todos bien avenidos y sin diferencias.

Toca el turno a los pequeños, entre 5 y 8 años, lo mismo. Entre ellos, veo a dos madres divinas, que no sé que pintan ahí, con sus dos hijos igualmente divinos, vamos, sacados todos de un catálogo de moda.

Comienza la carrera y los pequeños salen haciendo lo que pueden. Pequeñas caídas, risas, llantos, algún veterano, pero currándose solitos el desafío. Me enternecen.

De pronto me fijo en las divinas y sus hijos, niño y niña. Ayudados por ellas y rezagados del resto, cuando llegan a mitad de trayecto, y viendo que los demás ya están de regreso, dan media vuelta y los llevan en volandas para cruzar la meta.

El cruce de la linea es el apoteosis, el éxtasis de unas madres que jalean a sus hijos cual Tour de Francia. Me indigno, me indigno más cuando los niños comienzan a gritar "Campeones", pero más aún cuando el primer niño que realmente ha ganado ve empañada su victoria, auténtica y merecida, por los gritos de los divinos y toda la tropa que les acompaña.

Se me atraganta el café. 

Les preguntaría a esas madres tan divinas ¿Por qué lo hacen? ¿Para evitar la frustración de sus hijos? Pero ¿qué les estáis enseñando? ¿A ser unos tramposos? ¿A presumir de unos logros que no son  suyos? Así nos va.

Deja que tu hija se caiga y se magulle las rodillas, pierda el lazo y el impoluto vestido de hilo blanco se ensucie.

Deja que convivan, se midan y compartan con otros de su misma especie.

Deja que tu hijo triunfe por méritos propios y reconozca en el esfuerzo la mejor de las recompensas.

Déjale y no intervengas.


Virginia

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