Eduardo movía sus brazos con elegancia. Su simple silueta en aquel cuarto lograba un poder de atracción difícil de evitar…
A una calle de distancia, desde el silencio de su salón y desde hace meses, María le miraba hechizada por esa música ausente que conseguía sentir a través de la energía de unos brazos…
Virginia
Virginia me voy a quedar con las ganas de conocer a Eduardo. Feliz día.
ResponderEliminarHay muchos Eduardos… personas que inspiran y conmueven en la distancia, ignorantes del bien que producen en otros…
EliminarUn abrazo