6.10.14

Igualdad…



¡Igualdad!, qué palabra… Se decía así misma Adela cuando con mucho cuidado metía las magdalenas en el horno. 

Se le resistía la maniobra, lo intentaba y no podía, las lágrimas nublaban su vista como si de niebla se tratara. Hoy tenía a la familia a comer. Tooooodos esperaban aquellas magdalenas, muffins para los ultrafinos, con su estupendo frosting, pero ni pizca de ganas le quedaban de preparar el postrecito de marras. 

Una vez más se repuso y pensó en sus hijos. Ellos no tienen culpa de nada. Criaturas, son tan pequeños… 

El aroma a magdalena empezó a inundar la cocina, más tarde metería el asado, ya se sabe, al precio que está la electricidad era el procedimiento más recomendable. 

Y es que siempre había sido una hormiguita, intentando ahorrar de aquí y de allá, que el sueldo de José se estirara lo más posible. Que no la pudiera decir nunca ni media a ese respecto… Ya se lo decía su cuñada, hija, ¿no sé cómo lo haces? José tiene un buen sueldo pero viviendo en esta casa, el cole de los niños, nada menos que el Pilar y cómo los llevas, si van hechos unos auténticos pimpollos… 

Igualdad… y venga a oírlo en la radio… pero que sabrán ellos… será la suya y la de otros muchos, pero no la mía… 

- ¿Igualdad? Te voy a decir yo lo que es igualdad en el nº 8 de la calle Arcipreste… 

- Igualdad es que tengas que renunciar a tu vida en favor de la suya. 

- Igualdad es comerte el orgullo. 

- Igualdad es hacer astillas tu corazón sin más bálsamo que el amor de tus hijos. 

- Igualdad es aguantar y aguantar y aguantar otra vez más, y otra… y a ver si ésta… Me ha prometido que va a cambiar, que él es consciente de que esto no es vida… 

- No te engañes, Adela, son ya ocho añazos… este no cambia… ni cambiará en la vida… 

- ¡Ostras, que se me queman!!!. Si es que no estoy en lo que tengo que estar… 

Agarra la bandeja sin percatarse que no se ha puesto los guantes.… 

- ¡Maldita sea mi vida, y mi matrimonio y el día que mi madre me puso en este mundo!!! No puedo más… y chilla y llora y aturdida por el dolor busca las claras de huevo que le han sobrado para meter los dedos. No puedo más… a la mierda las magdalenas y el frosting y toda la maldita comida. Que bajen al restaurante de abajo, que dinero hay para pagarlo y no seguir tirando de esta gilipollas… ¡Idiota!!!, que has consentido demasiado… ¡Idiota!!! que te chulea hasta el Tato… ¡Idiota!!! Que estás tirando tu vida y la de tus hijos por la borda… 

Esas palabras dichas en alto, escuchadas a todo volumen entre llantos la paralizan y prodigiosamente la arman de valor, como los arranques que sufren los suicidas o los locos. ¿Estaré volviéndome loca? No es la primera vez que lo piensa, ni que lo oye. 

Saca los dedos y observa los daños, dirige sus pasos al baño y escucha el ruin sonido de sus llaves. Acelera y cierra la puerta. 

- Ya estamos aquí!!! Mis padres llegarán un poco más tarde, total, seguro que ya vas tarde con la comida, es la tónica habitual… Comer en esta casa a unas horas decentes es un auténtico… pero, ¿dónde estás? pero ¿qué cojones ha pasado aquí? Está el suelo perdido… 

- Estoy en el baño…, me he quemado… ahora salgo… 

Adela se mira al espejo y se repite: Del lunes no pasa, a la que dejo a los niños en el cole, me marcho a casa, hago las maletas, los recojo y me voy a Zamora con mi hermana. Ella ya ha pasado por esto… 

Se lava como puede la cara y se vuelve a mirar: - Cuento contigo, rubia. No me falles. Abre la puerta y se le encuentra en el pasillo. 

- Y ahora, ¿qué cojones comemos? 

Le mira a los hombros, no quiere ni puede correr riesgos mirándole a la cara. 

- Mami, mami, Papá me ha comprado un sobre con cromos de animales. Mira qué bonitos… 

Aprovecha el momento y desaparece hacia la habitación de los niños. Los abraza, los come a besos retirándoles el pelo del rostro y ellos con una sonrisa triste la sorprenden con un beso… Mami, mamita… 

• • •

- Mami, mamita, despierta está todo nevado… 

Adela abre los ojos y no reconoce el lugar donde está. Mira a su alrededor desorientada, mira a los niños y le encuentra, tranquilo, dormido aún, lleno de paz. Alberto es un hombre bueno, trabajador, sencillo, que la quiere con locura, que la escucha, que adora a sus hijos como no lo hizo nunca su propio padre. Se acerca y le besa donde más le gusta, en la frente, como a un niño. Se acurruca entre sus brazos y se estremece al volver a recordar el sueño. 

Tranquila, ya han pasado casi dos años… 

Mira de nuevo a los niños que siguen a los pies de la cama y piensa en lo mucho que han crecido. Les sonríe y levanta el edredón dando un par de palmadas en el colchón. 

- No, mami, tenemos hambre… ¿Vamos a desayunar? 

Adela se levanta y se mira en el espejo. Ya no hay ojeras, ni tristeza, ni rimel corrido… hay tranquilidad, sosiego, igualdad. 

- ¡Igualdad!… qué palabra… 

Ya no la encontraba hueca y vacía. Había redescubierto una palabra… ahora entendía de lo que presumían otros. 

____

Hoy me decido a publicar este pequeño relato que obtuvo la Primera Mención en el Concurso de Relato Corto "Por la Igualdad" en el día de la mujer. 8 de Marzo de 2013. 

Y es que hay muchas Adelas y están deseando encontrar fuerzas para hacerse dueñas de sus vidas… 

Virginia


2 comentarios:

  1. Sí que hay muchas Adelas, muchísimas. De hecho hasta hay una frase hecha para ellas (o por ellas, no sé)

    - Hoy en día la gente se separa por cualquier cosa, no aguantan nada.

    Pues eso, que si tu matrimonio se basa en "aguantar" tira los muffins y pasa de todo, otra vida mejor es posible.

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    Respuestas
    1. Desde luego que es posible. Hay que mirar para delante y sacar fuerzas de dónde se pueda, sobre todo si hay niños de por medio.

      Un beso

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