9.3.15

Te miro las manos y leo…



Carmen hoy ha encontrado un sobre en una de las tacitas del café, ha recorrido con la mirada a los presentes y nadie la miraba… 

Es un pequeño sobre perfilado en dorado y con una pequeña gota de lacre. Rápida, lo ha metido en el bolsillo delantero y ha seguido con sus quehaceres. Se ha encaminado a la cocina, y como todos los días a primera hora ha repasado el menú. 


Antonio pasa varias veces por delante de la puerta, como siempre, a la carrera. Se detiene un momento y con un gesto de premura la pregunta si hace falta algo. Carmen, como todos los días y con un gesto le dice que no. 

Carmen hoy lo mira de otro modo… ¿habrá sido él el que ha dejado el sobre a su nombre? De manera casi automática descarta esa opción. Antonio es bueno, trabajador, amante de su familia, pero detallista, lo que se dice detallista, no es. Nunca se acuerda del aniversario, y son los chicos los que le recuerdan que tal o cual día es el cumpleaños de mamá. 

Sigue con la faena… Hoy, sopa castellana, ensalada mixta y macarrones de primero. Filete empanado con guarnición, merluza a la vasca y pisto con huevos fritos, de segundo. 


A media mañana comienzan a llegar los clientes habituales… Encarna, la de la mercería; Jose, el del taller; Fernando, un jubilado que vive en el bloque de enfrente; Susana, una anciana pizpireta siempre vestida de colores y con los labios rojos; el chico de Flora… en fin, una pequeña familia de la que se sabe vida, obra y milagros… 

Encarna se acerca y le pide un café con leche y unos churros. 

- Hola guapa, ¿cómo va la mañana? ¿Y Antonio? No le veo por aquí. 

- Hija no sé, aquí me ha dejado con el menú. Ya sabes que siempre va acelerado… Oye, Encarna, ¿te puedo hacer una pregunta? 

- Claro hija, faltaría más. 

- Tú, de la gente que pasa por la taberna, ¿quién crees que me puede escribir una carta? 

A Encarna se le encienden los ojos y no puede contener un pequeño grito. 

- Carmen, ¿no me digas que te han dejado una carta? 

- Caaaaalla… que no sé quién es. 

- Y ¿qué te pone? 

- No sé, aún la tengo en el bolsillo del delantal. 

- Pero hija de mi vida, ábrelo, que tienes un admirador secreto… 

- Un admirador o un loco… 

- Enséñamelo. 

Lo saca a escondidas del bolsillo y se lo enseña con el halo de clandestinidad que requiere el momento. 

- A mi edad, Encarna, que tengo 58 años… Que no soy ninguna mocita… 

- Carmen, es preciiiioso…Este ha sido Antonio. 

- ¿Antonio? Como se ve que no le conoces… A Antonio dale trabajo, coger la furgoneta, atender a los clientes, ir al Merca… pero ¿tener un detalle? No me ha regalado en la vida ni una flor, y mira que a veces ha pasado por aquí una de esas chinitas que venden rosas… Por Dios, que se lo traen al tarro… y ni por esas, hija. 

En ese instante hace acto de presencia Antonio en la barra. Encarna devuelve a prisas el pequeño sobre y con un gesto de zalamería le coge del bracete y le dice: 

- Antonio, tienes una mujer que no te la mereces… un día de estos te la llevan. 

Antonio sonríe y le dice: 

- Lo sé, claro que lo sé. Que son ya muchos años… 

Carmen se sonroja y a la vez se siente culpable por no haberle comentado nada a su marido. Con el sobre aún en la mano le devuelve una mirada de complicidad. Y sin pensárselo dos veces lo saca y se lo enseña. Antonio no se inmuta, y espera a que Carmen diga algo. Encarna, sorprendida por el arranque, toma su café y los churros, y se retira a una mesa. Desde allí vigila reacciones… 

- Antonio, este sobre estaba en una de las tazas de café de la barra, no sé quién lo ha dejado, pero pone mi nombre. No me he atrevido a abrirlo, me sentía culpable por no decírtelo… prefiero abrirlo delante de ti. 

- Anda, mujer, parece mentira… ¿Cuándo te he prohibido yo a ti algo, o me he enfadado por algún piropo? Siéntate a solas en una mesa, abre tu sobre y lee lo que pone, que mientras atiendo yo la barra y echo un ojo a la cocina. 

Carmen se sienta en la mesita de la esquina y con un cuidado exquisito levanta la gota de lacre. Encuentra una nota doblada, escrita en papel de seda. Comienza a leer. 

Esto no es una carta, es el agradecimiento a toda una vida… 

Levanta la cabeza y de lejos mira a Antonio que está sirviendo un café. Continúa. 

…es el agradecimiento a toda una vida, 
a un esfuerzo común, 
a un “tira del carro” si yo no puedo… 

Es un gracias mayúsculo a la mejor compañera de viaje, 
que me ha enseñado que el respeto se gana, 
las obligaciones se comparten y los hijos son de dos.
Nunca te arrugaste ante las dificultades del negocio, 
siempre supiste que en este viaje los dos teníamos el mando 
y que la confianza era incuestionable… 
Que en esta casa no había puestos de primera y de segunda… 
que tan importante era una buena tortilla de patatas como hacer correctamente la caja… 
que sonreír y escuchar a un cliente era otro ingrediente del negocio… como el tener un buen pimentón. 

Carmen está impresionada… sorprendida… orgullosa de su marido… y aunque esté feo decirlo, orgullosa de si misma. Saca un pequeño pañuelo del bolsillo y se seca las lágrimas. Vuelve a mirar a Antonio, que la besa con la mirada desde la barra. Continúa. 

Carmen, te estarás preguntado el porqué. Hoy es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. No sería sincero si pretendo ocultar que no lo sabía… ya me conoces. Lo escuché en la radio y se me ocurrió que podía ser un bonito detalle… ya va siendo hora… 

Carmen, te miro las manos y leo cariño, trabajo, humildad… 

Carmen, gracias por compartir tu vida conmigo. 

Te quiero 

Antonio 

Nunca nadie le había regalado este torrente de sensaciones. De verdades duras y hermosas. Antonio había tardado veintiocho años, pero lo había hecho con la sencillez y el aplomo del que imparte justicia y reconocimiento, del que se siente honrado por la compañía…

–––––

Este texto que acabas de leer, lo presenté al VII Concurso de Relato Corto "Por la Igualdad" que convoca la localidad donde vivo. Para mi sorpresa, ya que se trata de una historia cotidiana y sencilla, obtuvo el Primer Premio.

Hoy, un día después de la celebración del Día Internacional de la Mujer lo comparto contigo porque la Igualdad ha de ser algo de todos los días, al fin y al cabo, compromiso y respeto.

Vir

5 comentarios:

  1. Me ha hecho llorar y sonreír. Te mereces el primer premio (y un abrazo grande) por saber captar la magia en lo cotidiano. La vida se compone de esos pequeños placeres y por ello merece la pena. Gracias por regalarnos esta joyita. Un beso.

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    1. Gracias, Jane. El día a día esta lleno de ese "parece que no pasa nada…" que construye o destruye nuestras vidas.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. En la sencillez está el gusto, dicen. Es una historia con la que cualquiera podría identificarse (yo lo he hecho y ni siquiera tengo un Antonio...). Los diálogos muy naturales, y luego está el pequeño misterio del autor de la carta. ¡Poco más se puede hacer en tan pocas líneas! Un beso.

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    1. Bienvenida, Caminante. Son escenas sumamente familiares, quién no se ha tomado alguna vez un café en una taberna de barrio y ha notado en el ambiente ese aire familiar?

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