7.2.13

Rupert, te necesito…


Ivonne de Carlo


Pero que requetelista es la audiencia. Ya sabéis que la cosa va de pelos y de pelos descontrolados… los míos, of course, ¿quizá también los vuestros? 

Bienvenidas al club de la coleta porque si no, no hay forma humana de no llevar las greñas por la cara. 

Antecedentes: Desde que llegue a este mundo, como otros muchos con el baby boom, he tenido un pelo rebelde. Mucho y rebelde, mi madre me llevaba con el pelo como un chicazo y cada vez que me peinaba me vaciaba medio bote de Nenuco a ver si aquello disciplinaba de una puñetera vez los rizos. Total, que en la foto siempre salía con el pelo pegao, pegao salvo algún rizito que se desmandaba, y fastidiaba la foto de familia para la posteridad. Por supuesto, a partir de ahí odio a los fotógrafos y tengo amor incondicional a los pendientes. Os imaginareis porqué? 

A todo esto, mis hermanas con sus flamantes melenas orgullosísimas de lucirlas. 

Y llego el día de la comunión. Por favor, señores de la prensa, Agencia EFE al completo, si un día soy famosa, que va a ser que no, no se documenten sobre ese día… es solo una advertencia. 

Total que a mi madre que le sabía mal que mis hermanas fueran tan monas, me dijo: 

- Hija, te voy a dejar que te crezca un poco el pelo para poderte poner una horquillita finísima en la cabeza. Y me lo dejaron, pero a esa altura criminal que no es ni corto ni largo. Sinceramente, de Denuncia. 

La nena ya con algo más de autonomía de sus padres, se lo fue dejando largo y conociendo al gremio de peluqueros. Esos merecen comentarios a parte, pero no ha lugar. Pero llegaron los 18 y como si de una maldición se tratara, me apareció un mechón de canas como el que lucía Ivonne de Carlo como Lili Monster. 

Me cago en mi suerte!!! Y siguió mi trauma pelambrero. 

Lo deje estar unos dos años, pero, hijas mías, las canas definitivamente no tienen éxito entre los varones. Y que no te engañen con lo de “te hacen interesantes”… eso eran las gafas a ser posible de pasta negra. 

Como era de esperar empecé con los tintes. Primero vegetales y luego los Heavy Metal. Consecuencia: Dependencia total del gremio de peluqueros + presupuesto aparte + pelo seco a rabiar… 

Esto va de mal en peor… Y empiezo a cagarme en la lluvia, la niebla y la playa… y hacerme adicta a las mascarillas y a cualquier producto que prometa “un pelo PANTENE”. 






Y es que se me van los ojos detrás de esas melenazas que se ven por ahí… y yo con mi coleta. 

Un día, en un ataque de irracionalidad total y absoluta, me fui a una peluquería, supuestamente con una clientela megaexigente, en plan porque yo lo valgo. 

Pero que chascooo!!! Y encima me han pegao un leñazo a la tarjeta que no me atrevo a decírselo a marido para que no me harte de toooonta. 

Parecía una de Operación Triunfo… Me cago en los estilistas de los c………! 

Si yo lo veía venir…, pero me decía: deja trabajar a los profesionaaaales… 

Con lo cual, ahora no tengo mas remedio que ir al médico de las canas que lo llama Nani, pero lo justito, para mantener la dignidad y la mecha Californiana en palabras de Lucía Baballa. 

Y es que una no es nada apañá para los pelos…

Y vosotras, ¿sois amigas o enemigas de vuestro pelo?

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