16.5.13

Cura de humildad…


Caminan absortas en sus teléfonos móviles,
ajenas a la realidad que duramente se impone.
Sonríen, reclaman la atención la una de la otra 
para ver cualquier detalle insignificante del Facebook.
Su vida es fácil, cómoda, 
sin preocupaciones que puedan alterar sus rutinas diarias.
Gimnasio, compras, almuerzos, más compras 
y más actividad social de la que pudieran haber soñado nunca.

Tropieza. El pantalón pitillo y los increíbles tacones se lo han facilitado.

El móvil se ha roto, su pantalón se ha rasgado y su Cartier ha sufrido serios desperfectos.

Entra en crisis. No está preparada para tanto imprevisto, para tanto caos.
Se levanta cual resorte. Dolorida. Furiosa por el espectáculo que está dando.
Todos la miran.
Su ego desmedido no acepta la ayuda.

Escucha: ¡Déjala, es una niña mal criada! ¡Soberbia y falta de preocupaciones!
Mira a un lado y ve una mujer de su edad, con dos críos pequeños y una mirada de indignación en su rostro.

Se avergüenza por su comportamiento y se pone a llorar.
De sus labios sale un tímido perdón y un gracias.

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